La variante Delta o B.1.617.2 se identificó por primera vez en India a fines del 2020 y, en mayo de este año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) la consideró como una de las cuatro mutaciones más preocupantes, junto con la Alfa de Reino Unido, la Beta de Sudáfrica y la Gamma detectada en Brasil. Desde ese entonces, su detección se fue diseminando por el mundo y también fue registrada en Argentina.

La denominación «Delta» tiene que con las directivas de la OMS (Organización Mundial de la Salud) para no estigmatizar a los los países donde se identificaron las variantes por primera vez.
Según advirtió el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, es considerada «más contagiosa y resistente a las vacunas». Y Soumya Swaminathan, la jefa del departamento de científicos de ese organismo internacional, agregó que “se transmite dos veces más que la variante Alfa”.

Según la Organización Mundial de la Salud pronto se convertirá en la cepa dominante a nivel mundial, no solo demostró ser más de un 120 por ciento más contagiosa sino que ahora se encuentran nuevos efectos a largo plazo en los jóvenes contagiados.

Las mutaciones que la hacen más contagiosa (Página 12).
Mehul Suthar, inmunólogo del Centro de Vacunas Emory, explicó que la variante delta «tiene mutaciones en la proteína de la espícula, proteína del virus, que alteran su forma de interactuar con el receptor presente en la superficie de las células pulmonares y otras células humanas, que es el portal para invadir la célula», lo que vuelve al virus «más transmisible y ayuda a que se propague por la población».

Además de estas mutaciones, otro estudio mostró una variación en la espícula de la delta que permite que el virus escape de los anticuerpos neutralizantes débiles. También el riesgo de contraer neumonía bajo esta variante es más alto.

Los síntomas que provoca la enfermedad producida por la variante Delta se los puede clasificar en agudos y crónicos (a largo plazo). Los agudos asociados muy frecuentemente son: 1. Dolor de cabeza, 2. Dolor de garganta y 3. Secreción nasal. También pueden haber o no: tos, fiebre, alteraciones del gusto y del olfato, diarrea, falta de aire, fatiga, dolor muscular, diarrea, náuseas y vómitos.
Los síntomas del COVID-19 a largo plazo
En tanto, entre los síntomas más comunes de los casos de COVID-19 prolongado se detectaron la fatiga, para el 58 % de los afectados; los dolores de cabeza, en el 44 % de los casos; trastornos de la atención, para el 27 %; caída del cabello, en el 25 %, y disnea, en el 24 % de los pacientes, de acuerdo con un metaanálisis publicado en medRxiv (El Destape.com).
Además se encontraron niebla mental, muchas personas registraron alteraciones en los nociceptores, por lo que no pueden sentir productos como menta o picante. Asimismo, cuadros de ansiedad, depresión e incluso trastornos obsesivos compulsivos, más conocidos como TOC.

Por lo tanto el hecho que haya menos letalidad (observado hasta agosto 2021) no significa bajo ningún punto de vista que la situación está resuelta. Al haber muchos contagios, en cada proceso reproductivo del virus podría haber un error (mutación) y aparecer una variante o una cepa con mucha más mortalidad y letalidad. En una palabra, los discursos laxos y ambiguos de las autoridades son muy riesgosas porque facilitan el descuido de las medidas de restricción que son junto a las vacunas las herramientas para combatir esta etapa de la pandemia.
Además, como dije anteriormente los contagiados pueden desarrollar la enfermedad (con signos y síntomas) y aún tener secuelas.
La inmunidad de todas las vacunas con respecto a la variante Delta es por ahora tema de investigación y no hay nada seguro, solo indicios que podrían ser útiles.