La tristeza es una emoción básica y normal que se suma a la alegría, al miedo, a la ira, al asco y a la sorpresa, como una de las emociones básicas de los seres humanos. En general, la vivenciamos ante acontecimientos negativos que se nos presentan como, por ejemplo, una separación, no poder lograr nuestros objetivos, la pérdida de un trabajo, la muerte de un ser querido, etc. A veces tenemos grandes dificultades para identificar y aceptar esta emoción debido a que vivimos en una cultura que valora las emociones “positivas” por encima de las más negativas.

La tristeza no es por sí misma indicador de ningún trastorno mental. Se trata de una reacción psicológica, por la que todos hemos de pasar en algún momento de nuestras vidas, ante una situación que nos ha producido un impacto negativo. Cuando estamos tristes tenemos menos energía y se afecta nuestro comportamiento pero podemos igualmente realizar las actividades diarias.

Su duración es limitada en el tiempo y, si bien se puede prolongar, generalmente es transitoria. Un período de tristeza puede durar horas, días o semanas, sin embargo, los sentimientos de depresión pueden continuar durante meses o incluso años sin mejora alguna.

La depresión no es una reacción emocional normal, sino una psicopatología. Se trata de un trastorno del estado del ánimo que altera la posibilidad de disfrutar (anhedonia) y disminuye la fuerza vital (abulia), produciendo sentimientos de profunda tristeza y desesperanza que no se resuelven por sí solos. Es decir, que la tristeza es solo una de las facetas de la depresión. Además, en la depresión, muchas veces no se puede identificar el hecho que genera el malestar. Esto no ocurre cuando estamos tristes.

En las personas deprimidas se observa desinterés por las actividades cotidianas y padecen un malestar significativo que afecta los vínculos con amigos, con la familia o el área laboral. Estos sentimientos están acompañados por algunos de los siguientes síntomas: cambios importantes de peso, alteración del sueño, a veces como insomnio y otras con sueño excesivamente prolongado, sentimientos de culpa e inutilidad, falta de energía, dificultad para concentrarse o tomar decisiones y pensamientos recurrentes de muerte hasta ideación suicida.

No se trata de debilidad o de falta de ganas sino de una patología que puede padecer cualquier persona. Esta enfermedad causa efectos devastadores en el paciente y su seres queridos. Sus síntomas no remiten solos. Requiere tratamiento psicoterapéutico el cual se enfoca en hallar y corregir el problema para eliminar el trastorno en sí mismo, a veces combinado con tratamiento farmacológico