Los pacientes enfermos de covid-19 que desarrollan síntomas neurológicos tendrían un riesgo seis veces mayor de morir. El dato surge de un estudio internacional publicado este martes en la revista médica JAMA Network Open.
Los resultados, aún provisorios, se obtuvieron con el análisis de 3.744 adultos hospitalizados en 133 ubicaciones en todo el mundo.
La principal conclusión de la investigación fue que el 82% de pacientes hospitalizados desarrollan síntomas neurológicos que van desde dolores de cabeza a la pérdida del olfato o el gusto, lo que multiplica por seis el riesgo de morir.
«Tener cualquier síntoma neurológico relacionado con la covid-19, desde algo aparentemente inofensivo como la pérdida del olfato hasta eventos importantes, como accidentes cerebrovasculares, se asocia con un riesgo seis veces mayor de morir», detalla un comunicado sobre el estudio.
Además, explica que los pacientes con enfermedades neurológicas preexistentes como demencia o migrañas crónicas tienen un riesgo doble de desarrollar síntomas neurológicos relacionados con la covid-19.
«Desde temprano en la pandemia fue evidente que un gran número de personas que estaban lo suficientemente enfermas como para ser hospitalizadas también desarrollan problemas neurológicos», explicó la investigadora Sherry Chou, profesora de neurología de la Universidad de Pittsburg, en Estados Unidos, que lideró el consorcio internacional que elaboró el estudio.
«Un año después –agregó Chou-, todavía estamos luchando contra un enemigo invisible desconocido y, como en cualquier batalla, necesitamos información: tenemos que aprender todo lo que podamos sobre los impactos neurológicos de la covid-19 en pacientes que están activamente enfermos y en sobrevivientes».
De hecho, el estudio alerta de la «incertidumbre» futura para los pacientes que sobrevivieron a la enfermedad.
Chou dijo que «incluso si la pandemia se erradicase por completo, todavía estamos hablando de millones de sobrevivientes» con potenciales problemas en el futuro.
Una de cada tres personas diagnosticadas con COVID-19 padecen un trastorno psiquiátrico o neurológico en los seis meses siguientes al inicio de la enfermedad. Un estudio de más de 230.000 pacientes, en su mayoría estadounidenses, publicado en The Lancet Psychiatry, revela que hasta un 34% de los supervivientes al SARS-COV-2 arrastra este tipo de secuelas.
Para este estudio, los investigadores del Instituto Nacional de Investigación en Salud (NIHR) del Centro de Investigación Biomédica de Salud de Oxford, han utilizado los datos obtenidos de la red de registros de salud electrónicos TriNetX (con más de 81 millones de pacientes). El trabajo ha investigado la incidencia de diagnósticos neurológicos y psiquiátricos en los seis meses posteriores a la infección clínica documentada por COVID-19, en comparación con los riesgos asociados con los de otras condiciones de salud.
Entre los trastornos neurólogicos, las secuelas más comunes fueron la hemorragia intracraneal (0,6), el accidente cerebrovascular isquémico (2,1%) y la demencia (0,2€). Sin embargo, los trastornos más comunes tras ser diagnosticado de COVID-19 fueron los trastornos de ansiedad (17% de los pacientes), del estado de ánimo (14%), de abuso de sustancias (7%) y el insomnio (5%).
Más gravedad, más secuelas
Asimismo, los investigadores exponen que la gravedad de la infección tuvo un efecto claro en los diagnósticos neurológicos posteriores. No obstante, la incidencia y la frecuencia de estos eventos fueron mayores en los pacientes que habían requerido hospitalización y, notablemente, en aquellos que habían requerido ingreso a la en la UCI.
En el estudio se exponen los posibles mecanismos de esta asociación, que incluyen la invasión viral del sistema nervioso central (SNC), estados de hipercoagulabilidad y efectos neurales de la respuesta inmune. Sin embargo, la incidencia y el riesgo relativo de diagnósticos neurológicos y psiquiátricos también aumentaron incluso en pacientes con COVID-19 que no requirieron hospitalización.
Los investigadores concluyen que esta información podría ayudar en la planificación de la asistencia y la identificación de las prioridades de investigación, pero reclaman diseños de estudios complementarios, incluidas cohortes prospectivas, para corroborar y explicar estos hallazgos.