Un equipo de Psicología Básica, Aplicada y Tecnología, perteneciente al Conicet y a la Universidad Nacional de Mar del Plata, evaluó el impacto emocional del aislamiento por la pandemia.

La cuarentena nos obliga a separarnos de amigos y familia, a cambiar rutinas. El aislamiento trae problemas, y uno de los grupos más vulnerables es el de niñas, niños y adolescentes.

Tienen más miedos, enojo e incertidumbre, además del alto nivel de estrés que sienten en sus casas y que ven en las noticias. Sintonizan los estados emocionales de los adultos, perciben la exposición al coronavirus como una amenaza, aumentan sus niveles de ansiedad y aparecen en comportamientos desafiantes como enojarse, gritar o discutir, más que en llanto, tristeza o preocupación.

Un trabajo reciente de investigadores italianos y españoles, informa que el 85% de madres y padres notaron cambios en el estado emocional y el comportamiento de sus hijes y que el síntoma más frecuente fue la dificultad para concentrarse, seguido de aburrimiento, irritabilidad, inquietud, nerviosismo, sentimientos de soledad y preocupación. Todos pasaron mucho tiempo frente a pantallas, hicieron menos actividad física y durmieron más horas durante la cuarentena. Dar paseos cortos disminuye los síntomas.

Resultados de una investigación en Argentina indican que los más jóvenes tienen más depresión, ansiedad y afecto negativo que otros grupos de edad. Son los más afectados a medida que pasa la cuarentena. Mas de un 20% informó niveles moderados o graves de depresión al inicio y, dos semanas después, subió al 25%. No poder acceder a espacios abiertos empeoró los resultados. Lo que más los preocupa son los cambios en su vida social.