El esguince de tobillo es una lesión que se produce cuando existe una situación de sobresfuerzo que lleva a la articulación a ir más allá del rango de movilidad normal, haciendo que el ligamento vea sobrepasada su estructura anatómica.
¿Cómo se producen los esguinces?
El mecanismo de producción suele deberse a un movimiento que va más allá del arco normal de movilidad de la articulación. El ligamento se puede romper si el movimiento es violento y de mayor amplitud de la normal.
El esguince más frecuente es el de tobillo. Esto se debe a que es muy típico que se fuerce en casi todos los deportes (al correr, saltar…), incluso en la vida cotidiana, ya que un mal paso, una caída o un desequilibrio usando zapatos de tacón pueden forzar una hipermovilidad del tobillo que lesione los ligamentos. En concreto el esguince más frecuente es de la cara externa del tobillo.
Qué hacer ante un esguince
Las primeras 72 horas después de un esguince se tiene como objetivo conseguir un efecto analgésico y antiinflamatorio mediante:
- Reposo: solo se aplicará a la zona afectada, evitando toda carga sobre el tobillo lesionado.
- Hielo: se aplicará hielo justo en la zona lesionada interponiendo una fina capa durante como máximo 15 minutos.
- Compresión: realizar un vendaje de distal a proximal con la misma tensión en todo su recorrido o en su defecto colocar una tobillera.
- Elevación: por último, elevarás la pierna afectada unos 15-30 cm por encima del nivel del corazón para reducir la inflamación.
¿Mover el pie y pisar fuerte?
Una de las primeras reacciones cuando nos doblamos el tobillo levemente es tratar de comprobar cuál es su condición y en muchas ocasiones solemos mover el pie o lo afincamos con fuerza contra el suelo.
El problema es que al realizar cualquiera de estas dos acciones se corre el riesgo de agravar la lesión inicial e incrementar el dolor.